¡Acabemos con la
trata de personas!
Hoy la disertación
que me han propuesto invoca una temática muy polémica y aquí vengo yo a ver si
la desato, que no creo que la resuelva, en fin... otra vez más, navegando por
Twitter, como siempre, me encontré este tweet de Iria Bouzas
(@Iriagal).
En él se hace referencia al artículo "Cuando pude ser puta", y he de decir que es un
tema triste, un artículo con final feliz pero que tiene una parte que toca la
fibra y te remueve por dentro.
¿Se puede o debe
considerar igual o similar la trata de la que voy a escribir con la
prostitución?
A veces es posible
que sí, otras veces no es necesario que sea así. Me viene a la mente, salvando la enorme distancia, un
recuerdo, de cuando yo era peque; en mi entorno social había familias de Madrid
que tenían una persona en casa para que hiciera las tareas domésticas, todas, y
parecía una buena idea. ¿Pero hasta qué punto? Recuerdo que esas personas eran
habitualmente personas de países en vías de desarrollo, Filipinas y Sudamérica,
y no habían venido al país a nada más que no fuera servir a esas familias.
Yo era de provincias,
como se decía antes, y en Coruña había pocas casas de postín que tuvieran
personal interno, pero también había alguna y la situación era la misma, me
refiero a que eran personas extranjeras traídas específicamente para desempeñar
ese trabajo y tal era la condición del trabajo que nunca más volverían a ser
personas libres, ni verían a su familia, ni volverían a su país. Esto ya pasaba
en mi infancia.
Con los años han
pasado muchas cosas, y tuve algún revés, y luego otro, hasta acumularse uno
tras otro, desconocía que pudiera tener relación con mi condición de autista,
pero es posible, ya que carecía de habilidades sociales para resolver los
conflictos y generalmente solía generar conflictos nuevos.
Resulta que desde los
7 años tenía claro que me sobraba mi genitalidad, desde los 14 años mi disforia
hacia la sexualidad y la condición de ser sexual disparaba los conflictos,
problemas y demás movidas. Aún así hubo un momento de mi vida en el que, al contrario
de Iria Bouzas, caí en esa red y me vi entre la telaraña de la prostitución.
Durante una semana mi vida dejó de ser mía, pertenecía a un tipo que me
concertaba los encuentros, con quien fuese que los reclamase. Y ya me podéis
imaginar a mí, cual estrella de mar, dejándome hacer y pensando en cualquier
cosa que no fuera aquello que estaba ocurriendo y deseando única y
exclusivamente que aquello acabase pronto, ya, cuánto antes. ASQUEROSO.
Tuve al
arrostre necesario para dejarlo y darle la espalda, pero nunca olvidaré la cara
de aquellas personas. Sí, es un trauma no resuelto, se queda enclavado y
enganchado a las vísceras hasta el punto de no irse nunca. Luego necesité otra
vía de ingresos, dado que había abandonado esa y, la desgracia te lleva como la
corriente, te dejas llevar, y esa desesperación se huele. Te ofrecen la solución a todos tus males con un matrimonio
concertado y una suculenta suma de dinero.
Así fue como contraje
matrimonio con una prostituta colombiana cuya estancia en España estaba
sometida a su deuda económica con quienes la habían traído, ella debía trabajar
al menos dos años, o más, para pagar su deuda, conmigo, al casarse firmó la
separación de bienes y ese mismo día, todo con un abogado implicado, los
papeles de un divorcio de mutuo acuerdo, con fecha para dentro de dos años. Así
fue como yo resolví mi deuda, pero incrementé la suya, y me sentó tan mal que
fui a hablar con ella, de modo que tuve que ir al prostíbulo y subir a una
habitación con ella, y en ese tiempo vi que sólo había una solución.
Salí de allí y llamé
al EMUME de la Guardia Civil de Coruña, establecí contacto con el Capitán de la
Policía Judicial y le conté todo, poco después hubo una redada, la operación se
llamó Tarta Nupcial y detuvieron a un montón de gente, incluido al abogado, y a
mí me dieron la nulidad y a ella la liberaron de sus captores.
Como no podía
devolver el dinero, tampoco nadie me lo pidió, años más tarde acabé pagándole
al mundo mi deuda; más de 25 años de voluntariado, en los que compaginé varias
entidades, caridad, bondad y buena voluntad. Ese fue mi precio.
Beni Lago Fernández