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Twitter, como siempre, he sabido de esto que os vengo a contar: la historia de #NuestraMadreLoreto, de la mano de Radio COPE
(@COPE) y de Helena Maleno (@HelenaMaleno). Ésta es la historia de un barco pesquero con base en Santa Pola (Alicante) cuyo capitán, Pascual
Durá, tuvo a bien rescatar de las gélidas aguas a una docena de migrantes
náufragos el viernes 22 de noviembre. Sin mirar para otro lado los subieron al
barco y comunicaron el rescate.
Pensemos una cosa, la
cubierta del Nuestra Señora del Loreto es suelo español, estas personas habían
llegado a España, visto así, pero estaban en el mar, en aguas internacionales.
Obviamente a esas personas, seres humanos, no se les puede echar al mar o
denegarles el auxilio. Aparte de muchos tratados internacionales y de los DDHH
fundamentales está el Código Penal vigente en España. Art. 195: “Quien no
socorra a una persona que se encuentre desamparada y en peligro manifiesto y
grave, cuando pueda hacerlo sin riesgo propio, ni de terceros, será castigado
con pena de multa de 3 a 12 meses.”
El Gobierno de España indica al barco que se
dirijan a Libia. Los migrantes comentan que antes de volver a Libia prefieren
morir. La desesperación alcanza este nivel, pero no es lo mismo escribirlo que
vivirlo. Yo he alcanzado la desesperación de abordar el suicidio en dos
ocasiones también por desesperación y no me hago a la idea del sentimiento que
ronda a estas personas.
Al barco pesquero de
Nuestra Madre Loreto no le dejaban ir a tierra, tampoco tenían víveres
suficientes para permanecer en el mar más allá del día 3 de Diciembre, fecha
prevista para su regreso a casa, en Santa Pola, en España. Y finalmente, Malta accedió a acoger a los inmigrantes, que ya están en la isla mediterránea.
Ante situaciones como ésta, paso lo que pase, las tripas gritan:
¡DESOBEDIENCIA!
¡SOLIDARIDAD! ¡VALENTÍA! ¡REBELDÍA!
Porque ningún país
debería usar el mar por frontera, ni pretender ponerle puertas al campo, o
cortarle a alguien las alas de la esperanza, los sueños y el ansia de futuro.
Es un grupo de persona buscando escapar del terror, del miedo, de la tortura y
la muerte segura para buscar el modo más honesto y honrado de ganarse la vida,
pese a que tengan que empezar de cero, en un país nuevo, en otro continente,
con otro clima, otro idioma, otra cultura, sin nada en los bolsillos.
No vienen a robar
nada, vienen a compartir, a intercambiar, a aportar... pero para eso tienen que
poder llegar. Para eso hace falta atajar el problema de raíz en su país de
origen, para eso hace falta que puedan llegar, para eso hace falta una ruta
segura, hace falta acabar con las mafias de trata de personas, para eso hace
falta que puedan llegar, para eso hace falta que no les tengan más tiempo en el
aire, que les dejen cruzar el mar y llegar a tierra.
Nuestra Madre Loreto, un barco del que sentir orgullo nacional.
Beni Lago Fernández
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