Tres mil personas han muerto en lo que va de año al cruzar el Mediterráneo: son tres cuartas partes de las muertes de este tipo en el mundo. Ante esta situación, la Organización Internacional para las migraciones (OIM) pide un cambio en las políticas de los países desarrollados hacia la emigración desde países en desarrollo, así como el agravamiento de las penas contra los traficantes y el establecimiento de canales alternativos de acogida y el aumento de las cuotas de refugiados.
Estas cifras deben tomarse como mínimos, dadas las dificultades para registrar fallecimientos en lugares alejados de controles policiales, como el Sáhara o el golfo de Adén. Además, un 70 por ciento de las muertes referidas son desapariciones de personas cuyos cadáveres nunca aparecieron.
Aún así, desde el año 2.000 hasta hoy, el viaje hacia los países desarrollados ha costado 40.000 vidas. Un 30 por ciento de los/as fallecidos/as procedían del África subsahariana, otro 23 por ciento, de Oriente Medio y norte de África, y el 12 por ciento de países del Cuerno de África. Tomando como referencia datos de 2013, a través de la ruta del Mediterráneo central, desde Túnez y Libia hasta Italia, llegaron a Europa 40.300 personas de manera clandestina. Por la ruta entre Turquía y las costas de Rumanía y Bulgaria, 24.800, y otras 20.000 alcanzaron Croacia desde Bosnia. Unas cifras de récord que se deben a los conflictos armados de Siria y Eritrea y la inseguridad en Libia, y que se ven condicionadas por factores como las variaciones meteorológicas o la calidad de los medios que se utilizan.
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