24 de octubre de 2018

Lago de Reflexiones: 'Cuando la trata de personas se convierte en un eterno debate sin fin'


¡Acabemos con la trata de personas!

Hoy la disertación que me han propuesto invoca una temática muy polémica y aquí vengo yo a ver si la desato, que no creo que la resuelva, en fin... otra vez más, navegando por Twitter, como siempre, me encontré este tweet de Iria Bouzas (@Iriagal).


En él se hace referencia al artículo "Cuando pude ser puta", y he de decir que es un tema triste, un artículo con final feliz pero que tiene una parte que toca la fibra y te remueve por dentro. 

¿Se puede o debe considerar igual o similar la trata de la que voy a escribir con la prostitución?

A veces es posible que sí, otras veces no es necesario que sea así. Me viene a la mente, salvando la enorme distancia, un recuerdo, de cuando yo era peque; en mi entorno social había familias de Madrid que tenían una persona en casa para que hiciera las tareas domésticas, todas, y parecía una buena idea. ¿Pero hasta qué punto? Recuerdo que esas personas eran habitualmente personas de países en vías de desarrollo, Filipinas y Sudamérica, y no habían venido al país a nada más que no fuera servir a esas familias.

Yo era de provincias, como se decía antes, y en Coruña había pocas casas de postín que tuvieran personal interno, pero también había alguna y la situación era la misma, me refiero a que eran personas extranjeras traídas específicamente para desempeñar ese trabajo y tal era la condición del trabajo que nunca más volverían a ser personas libres, ni verían a su familia, ni volverían a su país. Esto ya pasaba en mi infancia.

Con los años han pasado muchas cosas, y tuve algún revés, y luego otro, hasta acumularse uno tras otro, desconocía que pudiera tener relación con mi condición de autista, pero es posible, ya que carecía de habilidades sociales para resolver los conflictos y generalmente solía generar conflictos nuevos.

Resulta que desde los 7 años tenía claro que me sobraba mi genitalidad, desde los 14 años mi disforia hacia la sexualidad y la condición de ser sexual disparaba los conflictos, problemas y demás movidas. Aún así hubo un momento de mi vida en el que, al contrario de Iria Bouzas, caí en esa red y me vi entre la telaraña de la prostitución. Durante una semana mi vida dejó de ser mía, pertenecía a un tipo que me concertaba los encuentros, con quien fuese que los reclamase. Y ya me podéis imaginar a mí, cual estrella de mar, dejándome hacer y pensando en cualquier cosa que no fuera aquello que estaba ocurriendo y deseando única y exclusivamente que aquello acabase pronto, ya, cuánto antes. ASQUEROSO. 

Tuve al arrostre necesario para dejarlo y darle la espalda, pero nunca olvidaré la cara de aquellas personas. Sí, es un trauma no resuelto, se queda enclavado y enganchado a las vísceras hasta el punto de no irse nunca. Luego necesité otra vía de ingresos, dado que había abandonado esa y, la desgracia te lleva como la corriente, te dejas llevar, y esa desesperación se huele. Te ofrecen la solución a todos tus males con un matrimonio concertado y una suculenta suma de dinero.

Así fue como contraje matrimonio con una prostituta colombiana cuya estancia en España estaba sometida a su deuda económica con quienes la habían traído, ella debía trabajar al menos dos años, o más, para pagar su deuda, conmigo, al casarse firmó la separación de bienes y ese mismo día, todo con un abogado implicado, los papeles de un divorcio de mutuo acuerdo, con fecha para dentro de dos años. Así fue como yo resolví mi deuda, pero incrementé la suya, y me sentó tan mal que fui a hablar con ella, de modo que tuve que ir al prostíbulo y subir a una habitación con ella, y en ese tiempo vi que sólo había una solución.

Salí de allí y llamé al EMUME de la Guardia Civil de Coruña, establecí contacto con el Capitán de la Policía Judicial y le conté todo, poco después hubo una redada, la operación se llamó Tarta Nupcial y detuvieron a un montón de gente, incluido al abogado, y a mí me dieron la nulidad y a ella la liberaron de sus captores.

Como no podía devolver el dinero, tampoco nadie me lo pidió, años más tarde acabé pagándole al mundo mi deuda; más de 25 años de voluntariado, en los que compaginé varias entidades, caridad, bondad y buena voluntad. Ese fue mi precio.


Beni Lago Fernández

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