¿Emigramos
o acogemos inmigrantes, qué hacemos?
Cuando
yo era pequeña estudiábamos en el colegio el fenómeno de la emigración española y recuerdo que era muy sangrante la cantidad de personas de toda
España, pero especialmente de Galicia, al menos así lo recuerdo yo,
que salieron del país y que no han regresado jamás. Sin ir más
lejos, allá por el año 1990 el Gobierno de la Xunta de Galicia de
Manuel Fraga llevó a cabo un programa de actividades en las que nietos de gallegos emigrados de
Galicia entre 1906 y 1957, venían desde Argentina, Venezuela, Chile
y otros países de América del Sur, a conocer Galicia y a conocer a
otras personas de su misma edad oriundas de esta comunidad.
Mi
recuerdo de aquel encuentro intercultural (todavía a día de hoy) es
que me enriqueció muchísimo y me abrió mucho los ojos a ver de
otra forma a gente que hablando el mismo idioma usaba otras palabras,
una fonética diferente, y todos aprendimos, enseñando y
compartiendo.
De
hecho hay una anécdota que me gustaría compartir. ¿Por qué en
Argentina se llama “gallegos” a todos los españoles?
Precisamente por el elevadísimo porcentaje de gallegos y por haber
sido de los primeros en llegar, así pues no seamos ignorantes. Y
aprendamos todo lo que podemos compartir con la gente de fuera de
estas fronteras.
Por
cierto quién no recuerda, igual seré yo muy mayor para compararme
con quienes me leéis, a Paco Martínez Soria interpretando papeles
de emigrante español en Alemania, y películas similares. Alemania,
Francia, Suiza, Reino Unido y otros países europeos han sido
tradicionalmente acogedores de emigrantes españoles. No recuerdo que
nadie regresase empobrecido o malogrado, ni recuerdo que, en aquellos
tiempos, hubiera tantas muertes de emigrantes españoles en el
camino. Aquí algunos datos históricos sobre emigración. Porque las rutas eran seguras y porque no había la ignorancia que
hoy hace de mecha para expandir el Discurso de Odio que hay, tanto en
las calles, como en las Redes Sociales.
¿Y
qué me dice la gente de la relevante emigración de jóvenes
universitarios que terminan su formación científica en el
extranjero y que en muchas ocasiones no retornan? ¿Esos también son
discriminados?
¡Qué
curioso, aquí aceptamos que una persona inmigrante estudie en
nuestro colegio, en nuestro instituto, que trabaje en nuestra
empresa, que viva en nuestro edificio! Pero
cargamos miserablemente contra el que está en la calle, contra el
que no encuentra trabajo, contra el que se busca la vida de una forma
alternativa para subsistir y malvivir, a ese lo detestamos, los
discriminamos con la mirada o con la indiferencia. Demostrando que
nuestra ignorancia puede ser supina.
A
finales de 2008 se contabilizaban 34.000
emigraciones de españoles, pasando a más de 56.000 en 2012. Hay que saber darse cuenta de que la
emigración española
también ha crecido en cifras y no ver solamente la inmigración
extranjera como un problema. Entre
que se retrasa la edad de reproducción y se reduce la cantidad de
hijos por núcleo familiar, la pirámide
demográfica española es regresiva y estamos envejeciendo sin una renovación
generacional que garantice nuestro crecimiento. En lugar de quejarnos
de las llegadas de inmigrantes deberíamos darles las gracias y
acogerles con los brazos abiertos, porque sin ellos el futuro de
España está abocado a un oscuro y profundo agujero negro.
Es tan rica la interculturalidad, que conozco a una chica que es venezolana, de padre gallego y madre húngara y ahora vive en Canarias, ¿cómo podría darnos la vida mayor riqueza que ésta? Tenemos que aceptar e integrar a la gente migrante.
Beni Lago Fernández
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