La ONU estima que con una inversión de 160 dólares más por persona al año se lograría terminar, en 15 años, con el hambre crónica de las personas que viven en la pobreza extrema. Con buena voluntad y un incremento de 267.000 millones de dólares se podría dar por extinguida la situación actual de un mundo en el que el acceso a alimentos no es posible para millones de personas.
Esta cantidad supone el 0,3 del PIB mundial. Un precio relativamente pequeño a pagar para acabar con el hambre crónica que afecta a 800 millones de personas, la mayoría en zonas rurales. El reparto de alimentos puede ser una solución a corto plazo, pero la lucha contra el hambre exige de un plan más ambicioso a medio y largo plazo. Asimismo, se debe mejorar la protección social de las personas.
La FAO calcula que 34 países de todo el mundo -28 en África- necesitan ayuda alimentaria extrema.
Los motivos son variados e injustos, pero la situación tiene solución. Y, sobre todo, teniendo en cuenta que el mal reparto de los recursos existentes está en el fondo de este problema.
Kiko Cabanillas.
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