El incremento de la inmigración ha modificado desde 2001 el comportamiento de mercado de la vivienda, sobre todo porque entre el año 2000 y el 2010 la población de extranjeros se ha quintuplicado, lo cual ha causado un shock de demanda en el mercado. Todo ello sin olvidar que se trata de un colectivo que padece ciertas dificultades en el acceso al alquiler, causadas por los prejuicios de algunos propietarios.
Menores salarios medios y la necesidad de enviar remesas de dinero a casa son los factores que más determinan el comportamiento de los inmigrantes con respecto al mercado inmobiliario, marcado asimismo por prácticas discriminatorias y por lo tanto dificultades en el acceso a una vivienda digna.
Hay que añadir a este respecto la escasa experiencia que, hasta hace relativamente poco tiempo, tiene nuestro país en la gestión de flujos inmigratorios, lo cual conllevó una escasa atención al acceso de este colectivo a la integración. El censo de población y vivienda de 2001 fue el primero que relacionó la población extranjera con la forma de tenencia de la vivienda, destacando que el alquiler fue la forma mayoritaria seguida de la convivencia sin existencia de arrendamiento, y los llamados "pisos patera".
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