Un inmigrante boliviano pierde un brazo en un accidente laboral. Era irregular, carecía de contrato. Y ahora empieza el espectáculo dantesco: Tiran el brazo a la basura y abandonan al irregular en las proximidades de un hospital. Pero el caso se conoció y se saldó con una regularización del inmigrante por razones humanitarias y con una sanción al empresario. Dos palabras se hacen en esta historia fundamentales: Regularización y contrato.
La seguridad de la atención sanitaria. Ser irregular quiere decir no tener en primera instancia cobertura económica, social ni sanitaria. Quiere decir que todos los logros laborales alcanzados con el advenimiento de la democracia a este país quedan anulados. Quiere decir que la palabra sindicato carece de todo sentido.
Bienvenida pues la sanción al empresario y al inmigrante que quedó manco, cuyo brazo pasó a engrosar la lista de los defectos aún vigentes en una sociedad democrática del siglo XXI.
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