La inmigración subsahariana en España siempre fue muy limitada, una situación que comienza a cambiar en los años 90, cuando empieza a llegar a Melilla un flujo importante desde el sur del Sahara.
En enero de 1998 vivían en España unas 36.000 personas nacidas en África. El primer "boom" de la inmigración subsahariana estuvo fundamentalmente orientado a la agricultura, la construcción, los servicios y el comercio ambulante, sectores caracterizados por bajos salarios y condiciones precarias de empleo.
Entre enero de 1998 y enero de 2003 se triplica la llegada de inmigrantes desde esa zona. En 2010 la cifra es de 237.309 y todas las variables indican una tendencia a la diversificación de los países de origen. A menudo, estas personas no han tenido más opción de entrada en España que la irregular, lo que va ligado a unas condiciones de precariedad y acceso informal al mercado de trabajo. Se trata de una forma de exclusión que dificulta la regularización y hace de este colectivo una categoría especialmente vulnerable.
Las comunidades autónomas con mayor porcentaje de inmigrantes empadronados de origen subsahariano eran, en 2010: Cataluña (27,6 %), Madrid (16,9 %), Andalucía (12,9 %), y la Conunidad Valenciana (10,4%).
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