Barak Obama ha emprendido una ambiciosa reforma migratoria que contempla que los once millones de extranjeros que viven sin visado en EEUU puedan obtener la nacionalidad. Es la primera iniciativa de este tipo en los últimos veinticinco años. Y pese a la resistencia que cabía esperar de los conservadores está firmada por cuatro demócratas y cuatro conservadores.
Barack Obama acaba de aclarar que el gran asunto de su segundo mandato va a ser la reforma migratoria; es decir, nuevas leyes que regulen la inmigración y solucionen el problema de los extranjeros que viven y trabajan en su país. El plan abre la vía a la nacionalización de inmigrantes. Para ello deberán estar libres de antecedentes penales, aprender inglés y abonar los impuestos tasados.
Asimismo, el presidente asegura que los inmigrantes sin visado puedan pedir la residencia en cuanto se inscriban para su regularización, ahorrándose con ello los diez años de espera.
En cuanto a la seguridad fronteriza, argumenta que las fronteras estadounidenses nunca han sido tan seguras. En 2012 el gobierno gastó más de 18.000 milloenes de dólares para conseguirlo y el número de deportaciones fué el más alto de la historia, unos de 400.000. Especial atención tendrán los menores de treinta años que llegaron a EEUU con sus padres y se han educado allí (dreamers) y los trabajadores agrícolas, viéndose éstos libres de toda espera.
Kiko Cabanillas